lunes, 14 de febrero de 2011

Todos con Alex de la Iglesia

Hoy me veo en la obligación de hacer hueco en este batiburrillo de psicología, música, poesía y desahogo personal a uno de los discursos más esperados de los últimos meses.
Me refiero al discurso que anoche dio Alex de la Iglesia en la 25º gala de los Goya. No voy a comentar nada simplemente me limito a acercarlo a todos los que no lo pudisteis ver en directo
 y deciros que se nos va el mejor presidente que ha tenido la Academia.



"Buenas noches. El día de hoy ha llegado porque hace 25 años, doce profesionales de nuestro cine, en medio de una crisis tan grave como la nuestra, caminaron juntos a pesar de sus diferencias. Quiero empezar este discurso felicitando a los fundadores de la Academia.
No sólo ellos, sino todos los que me han precedido en esta institución, vicepresidentes, miembros de las juntas directivas y el conjunto de los académicos, nos han traído esta noche aquí, al Teatro Real, para celebrar el 25º aniversario de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y la existencia misma de los premios Goya. A todos, muchísimas gracias.
Puede parecer que llegamos a este día separados, con puntos de vista diferentes en temas fundamentales. Es el resultado de la lucha de cada uno por sus convicciones. y nada más. Porque en realidad, todos estamos en lo mismo, que es la defensa del cine. Quiero por ello felicitar y agradecer a todos los que estáis aquí, por caminar juntos en la diferencia, y hasta en la divergencia.
Hacemos mucho ruido, pero es que esta vez, hay muchas nueces. El choque de posturas es siempre aparatoso y tras él surge una nube de humo que impide ver con claridad. Pero la discusión no es en vano, no es frívola y no es precipitada.
No podemos olvidar lo más importante, el meollo del asunto. Somos parte de un Todo y no somos nadie sin ese Todo. Una película no es película hasta que alguien se sienta delante y la ve. La esencia del cine se define por dos conceptos: una pantalla, y una gente que la disfruta. Sin público esto no tiene sentido. No podemos olvidar eso jamás.
Dicen que he provocado una crisis. Crisis, en griego, significa "cambio". Y el cambio es acción. Estamos en un punto de no retorno y es el momento de actuar. No hay marcha atrás. De las decisiones que se tomen ahora dependerá todo. Nada de lo que valía antes, vale ya. Las reglas del juego han cambiado.
Hace 25 años, quienes se dedicaban a nuestro oficio jamás hubieran imaginado que algo llamado Internet revolucionaría el mercado del cine de esta forma y que el que se vieran o no nuestras películas no iba a ser sólo cuestión de llevar al público a las salas.
Intenet no es el futuro, como algunos creen. Internet es el presente. Internet es la manera de comunicarse, de compartir información, entretenimiento y cultura que utilizan cientos de millones de personas. Internet es parte de nuestras vidas y la nueva ventana que nos abre la mente al mundo. A los internautas no les gusta que les llamen así. Ellos son ciudadanos, son sencillamente gente, son nuestro público.
Ese público que hemos perdido, no va al cine porque está delante de una pantalla de ordenador. Quiero decir claramente que no tenemos miedo a internet, porque internet es, precisamente, la salvación de nuestro cine.
Sólo ganaremos al futuro si somos nosotros los que cambiamos, los que innovamos, adelantándonos con propuestas imaginativas, creativas, aportando un nuevo modelo de mercado que tenga en cuenta a todos los implicados: Autores, productores, distribuidores, exhibidores, páginas web, servidores, y usuarios. Se necesita una crisis, un cambio, para poder avanzar hacia un nueva manera de entender el negocio del cine.
Tenemos que pensar en nuestros derechos, por supuesto, pero no olvidar nunca nuestras obligaciones. Tenemos una responsabilidad moral para con el público. No se nos puede olvidar algo esencial: hacemos cine porque los ciudadanos nos permiten hacerlo, y les debemos respeto, y agradecimiento.
Las películas de las que hablamos esta noche son la prueba de que en este país nos dejamos la piel trabajando. Sin embargo, el mismo esfuerzo o mayor hicieron tantas otras películas que no han llegado a los sobres de las candidaturas. Ellos tambien se merecen estar aqui, porque han trabajado igual de duro que nosotros.
Quiero despedirme en mi última gala como presidente, recordando a todos los candidatos a los Goya tan sólo una cosa: qué más da ganar o perder si podemos hacer cine, trabajar en lo que más nos gusta. No hay nada mejor que sentirse libre creando, y compartir esa alegría con los demás. Somos cineastas, contamos historias, creamos mundos para que el espectador viva en ellos. Somos más de 30.000 personas que tienen la inmensa suerte de vivir fabricando sueños. Tenemos que estar a la altura del privilegio que la sociedad nos ofrece.
Yo creo, con toda humildad, que si queremos que nos respeten, hay que respetar primero.
Y Por último, me gustaría contarle algo al próximo Presidente de la academia, que ya es una persona que me cae bien, no se quien será pero ya le quiero: estos han sido los dos años más felices de mi vida. He conocido gente maravillosa de todos los sectores de la industria. He visto los problemas desde puntos de vista nuevos para mí, lo que me ha enriquecido y me ha hecho mejor de lo que era. He comprobado que trabajar para los demás es una experiencia extraordinaria por muy duro que resulte en un principio, y sobre todo: han pasado 25 años muy buenos, pero nos quedan muchos más, y seguro que serán mejores."



martes, 1 de febrero de 2011

Tan necesario que no me importa.

A menudo debemos tragar con personas, situaciones o sentimientos que nos incomodan pero elegimos libremente por alguna otra razón.
Véanse las modas, esos vestidos ceñiditos con los que a duras penas logramos respirar pero que consiguen llamar la atención de todo el local. Véanse, las dietas, esas torturas alimenticias a las que nos sometemos todos los años en busca de un mejor posado veraniego o de mejor salud, en su defecto.
Véanse también las compañías, esas personas a las que no soportas pero tienen algo que aportarte, apuntes de clase, acceso a otras personas...
Lo común de todo lo anterior, es lo insoportable que son para nosotros todas esas situaciones, lo que nos cuesta llevarlas.
Sin embargo, constantemente esas molestias que nos producen nos hacen recordar que están ahí por algo, que los hemos elegido con algún fin.
Cuando algo es tan parte de ti como tu propio cuerpo, hasta el punto de que no notas su presencia por la costumbre a que nunca falte es cuando pierde su importancia, su finalidad, es cuando dejamos de quererlo.
Cuando olvidamos lo importantes que es una personas para nosotros y la subestimamos.
Cuando olvidamos que está presente y la dañamos.
Tenemos esa maldita costumbre de tomar conciencia de las cosas solo cuando van mal y, entonces, darles la importancia que se merecen.
Mientras, todo aquello que nos da la paz, la alegría diaria, es tan común que va cayendo en el olvido, en el baúl de lo innecesario.
Así es como acabamos por perdernos a nosotros mismos, cuando olvidamos cuidar lo que no nos hace especialmente alegres pero nos mantiene felices.